viernes, 22 de marzo de 2024

Evangelización en el horizonte del jubileo 2025


 

 

Rembrandt, v. R., Cristo curando a un leproso (h. 1650) 
Riks Museum, Amsterdam


El discurso del Papa al Dicasterio para la evangelización (15-III-2024)  ayuda a comprender las líneas generales por donde avanzan las propuestas de su pontificado en el horizonte del jubileo de 2025.

Comenzó trazando el marco de los desafíos contemporáneos. Subrayó el secularismo (vivir como si Dios no existiera) de las últimas décadas, la pérdida del sentido de pertenencia en la comunidad cristiana y la indiferencia respecto a la fe.

Estos desafíos, explicó, necesitan respuestas adecuadas, teniendo también en cuenta la cultura digital en que nos encontramos: saber situar lo legítimo de la hoy tan reclamada autonomía de la persona, pero no al margen de Dios. Pues solo Dios funda la verdad que alberga toda persona y solo Él garantiza la plena libertad de la acción personal. (En efecto, aunque alguien piense ¿pero no existe fuera de Dios la verdad y la libertad?, estas no se encuentran de hecho sino de modo fragmentado y oscurecido).

Tras esta introducción, el Papa señaló tres temas importantes en este momento y cara al jubileo del 2025.



La transmisión de la fe

En primer lugar, la ruptura en la transmisión de la fe. A este propósito apuntó la urgencia de recuperar la relación con las familias y los centros de formación. Y señaló claramente el centro de la cuestión: la fe se transmite sobre todo con el testimonio de la vida. Un testimonio que tiene un centro: “La fe en el Señor resucitado, que es el corazón de la evangelización, para ser transmitida pide una experiencia significativa, vivida en familia y en la comunidad cristiana como encuentro con Jesucristo que cambia la vida”.

En este marco subrayó la importancia de la catequesis. Y en relación con la catequesis, recomendó servirse del nuevo Directorio para la catequesis, elaborado por este dicasterio de la Evangelización en 2020. “Este es un instrumento válido y puede ser eficaz no solo para la renovación de la metodología catequística, sino, diría, sobre todo para la implicación de la comunidad cristiana en su conjunto”.

También en este contexto puso de relieve el ministerio del catequista, sobre todo en el ámbito de los jóvenes, al servicio de la evangelización.

Una tercera llamada de atención en el mismo marco, la dirigió el Papa al Catecismo de la Iglesia Católica, referencia fundamental para la educación de la fe (no solo para la catequesis sino para toda enseñanza en relación con la fe católica). “En este sentido os animo a encontrar las formas para que el Catecismo de la Iglesia Católica pueda seguir siendo conocido, estudiado, valorado, de modo que de él se extraigan las respuestas a las nuevas exigencias que se manifiestan con el paso de los decenios” (*).  


Cabe señalar que treinta y dos años después de su publicación (1992) este "Catecismo" (que no es un "catecismo" en el sentido popular de la palabra: un pequeño librito para enseñar a niños y jóvenes, sino un verdadero tratado teológico en la perspectiva pedagógica de la fe) sigue siendo plenamente actual, y cualquiera que se adentre en sus páginas comprobará su riqueza de contenidos y su claridad. 


La espiritualidad de la misericordia

Segundo tema: la misericordia, como “contenido fundamental de la obra de la evangelización” que hemos de hacer circular por las venas del cuerpo de la Iglesia. “Dios es misericordia”, como anunció ya san Juan Pablo II al inicio del tercer milenio.  (La misericordia es una de las claves de este pontificado).

En relación con la misericordia, apuntó Francisco el papel de la pastoral de los santuarios y también el de los "misioneros de la misericordia" (sacerdotes especialmente designados para esta tarea) omo testigos de esa misericordia divina en el sacramento de la Confesión de los pecados. “Cuando la evangelización se realiza con la unción y el estilo de la misericordia, encuentra mayor escucha, y el corazón se abre con más disponibilidad para la conversión”.


La fuerza de la esperanza

Por último, se refirió el obispo de Roma a la preparación para al jubileo ordinario de 2025 bajo el signo de la fuerza de la esperanza, y anunció que dentro de pocas semanas se publicará la carta apostólica para su lanzamiento. Ocupará un lugar central la esperanza, como virtud “más pequeña” que parece llevada por sus dos hermanas, la Fe y la Caridad, pero también es ella la que las sustenta (Francisco suele evocar este pasaje de las obras de Paul Claudel en El Pórtico del misterio de la segunda virtud, en 1911).

Todo ello sin olvidar que estamos en un Año de la oración, precisamente como preparación para ese jubileo (cf. el subsidio pastoral Enséñanos a orar, accesible en la web del mismo dicasterio de la evangelización: www.evangelizatio.va).

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(*) Además del abundante material sobre el Catecismo de la Iglesia Católica que hay en este blog (cf. nube de etiquetas), hemos publicado estos libros: 

- La sinfonía de la fe: redescubrir el Catecismo de la Iglesia Católica (una introducción), ed. Promesa, Cost Rica 2013

- Renovar la educación de la fe: claves del Catecismo de la Iglesia Católica, Eunsa, Pamplona 2019

- Introducción al estudio del Catecismo de la Iglesia Católica, Eunsa, Pamplona 2019

- Caminos de la fe: siete itinerarios en el Catecismo de la Iglesia Católica, Palabra, Madrid 2021.

domingo, 17 de marzo de 2024

Once años con Francisco



"Los papas reciben una asistencia especial del Espíritu Santo para llevar a cabo su tarea”


Entrevista (Miriam Lafuente) con el sacerdote Ramiro Pellitero, teólogo y escritor, publicada en "El Faro de Melilla", 16-III-2024) (*)

-Cada Papa trae consigo sus carismas. ¿Cuál sería el carisma más destacado en la figura de Papa Francisco?

-El Papa Francisco es ante todo un pastor. Le gusta estar con la gente, echa de menos visitar las parroquias, subir a los medios públicos de transporte, conversar con las familias, los jóvenes y los niños, visitar a los enfermos, compartir su tiempo con los pobres y los encarcelados. De ahí brota el mensaje más importante de su pontificado: la primacía de la misericordia sin descuidar la verdad de la doctrina.

-El Papa hace viajes a lugares con minoría católica. ¿Por qué cree usted que lo hace?

-Supongo que lo hace porque se sabe Padre común de los católicos y se siente llamado a acompañar a los más débiles y pequeños. También con una misión de testimonio del amor que Dios Padre ha manifestado en Jesucristo. Un amor que debe manifestarse ante el mundo con hechos, con gestos, a veces pequeños pero claros, en todo lo que hace la Iglesia, con el impulso del Espíritu Santo.

-Nada más ser nombrado, el Papa creó un comité G-9, un grupo de cardenales que iban a asesorar en la reforma de la Curia. Me pregunto cuál es el balance de esta anunciada reforma. ¿Qué está cambiando?


-En medio de la complejidad de nuestro mundo, los cambios que se han producido, tanto en la organización de la Iglesia (por ejemplo, en la reforma de la Curia o el desarrollo de la sinodalidad) como en cuestiones pastorales (la profundización en los fundamentos de la vida cristiana, la formación de los sacerdotes o la enseñanza de la Doctrina social, etc.) tienen como denominador común la renovación en la continuidad. Su origen puede verse, de un modo un tanto simbólico sin dejar de ser real, en las líneas que el cardenal Bergoglio propuso en el pre-cónclave de 2013: la alegría de evangelizar, frente a la autorreferencialidad; la salida hacia las periferias existenciales, frente a un excesivo centralismo; la conversión pastoral o misionera (con acento en la misericordia), frente al riesgo de la mundanidad espiritual.

-¿Por qué este Papa desconcierta con sus declaraciones a algunos fieles y, por el contrario, es amado por personas que se declaran ateas, agnósticas o no practicantes? Es una paradoja aparentemente...


-Quizá a veces desconcierta a quienes están acostumbrados a acentos más tradicionales en cuestiones de fe y de vida cristiana. Acentos que con frecuencia respondían, desde siglos anteriores, a contextos distintos de los actuales. En el Papa destaca su creatividad, tanto en el lenguaje como en sus iniciativas. Plantea cuestiones complejas de forma diferente. Ciertamente, para captar bien sus mensajes conviene conocer el trasfondo histórico y cultural del Papa Bergoglio. Nada de esto es fácil y él mismo ha manifestado que prefiere rectificar, si es necesario, antes que dejarse llevar por falsas seguridades.

A la vez, sus planteamientos atraen a muchos, de dentro y de fuera, porque tienen la fuerza del mensaje del Evangelio, que a nadie deja indiferente. Invitan a todos a preguntarse: ¿Qué hemos de hacer para mejorar? ¿Cómo alcanzar una vida más plenamente humana? ¿Cómo ser cristianos más coherentes?

-Vemos por la televisión las imágenes de un Papa mayor, con problemas de salud y que casi no puede caminar. A menudo en silla de ruedas. Se huele en el aire fin de pontificado. ¿Cómo está el Papa de salud?

-Lógicamente, sin conocer los datos, solo cabe decir impresiones. Podemos acordar en que, para su edad y teniendo en cuenta las enfermedades que ha pasado, está bastante bien. Desde luego, nadie a esa edad desarrolla tal actividad ni se propone semejantes desafíos. Se diría que los Papas, especialmente en su última etapa, reciben una asistencia especial del Espíritu Santo para llevar a cabo su tarea.

-De las encíclicas escritas, ¿cuál cree que ha sido la de más impacto?

-Encíclicas propiamente solo tiene tres. La primera fue escrita “a cuatro manos”, preparada por Benedicto XVI y terminada y firmada por Francisco, sobre la Luz de la fe (Lumen fidei, 2013). Es breve y a la vez teológicamente profunda, y quizá no se le ha prestado la atención que merece. La segunda, sobre el cuidado de la casa común (Laudato si’, 2015), amplía la doctrina social con la ecología integral, mediante un desarrollo de raíz teológica y un formato antropológico. La tercera, sobre la fraternidad y la amistad social (Fratelli tutti, 2020), es también una encíclica importante en el plano de la doctrina social en el actual momento de nuestra cultura, que es en gran medida individualista, como ya puso de relieve el gran san Juan Pablo II.

De igual o más impacto que las encíclicas ha sido su documento programático: la exhortación apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (Evangelii gaudium, 2013). Ahí se recoge en síntesis el proyecto del Papa Bergoglio, que luego se ha ido desplegando, en diálogo con los acontecimientos, algunos de los cuales, como la pandemia del Covid-19, eran totalmente impredecibles.

El Papa desarrolla siete cuestiones como claves que entonces le parecieron centrales: “La reforma de la Iglesia en salida misionera; las tentaciones de los agentes pastorales; la Iglesia entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza; la homilía y su preparación; la inclusión social de los pobres; la paz y el diálogo social; y las motivaciones espirituales para la tarea misionera" (n. 17). De fondo está el gran tema de su pontificado, como vengo diciendo: la compasión o la misericordia, entendida en profundidad y también con sentido práctico.

-¿Se ha entendido mal en la sociedad lo de la bendición a parejas del mismo sexo?


-Me parece que, entre otros factores que cuentan para las dificultades en la recepción del documento, está el contexto de la diversidad cultural y a la vez de la globalización tecnológica en la que nos encontramos.

Además de la profundización en la teología de la bendición y de su sensibilidad ante las personas homoafectivas, destacaría en el documento la defensa de la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y algunas condiciones para estas bendiciones: la buena intención de quienes las piden, el necesario discernimiento de los pastores, algunas indicaciones para que no se confundan con la asistencia a un matrimonio ni se utilicen formas rituales que pudieran dar esa impresión.

En estas bendiciones, señala la declaración Fiducia supplicans, se puede “pedir para ellos la paz, la salud, un espíritu de paciencia, diálogo y ayuda mutuos, pero también la luz y la fuerza de Dios para poder cumplir plenamente su voluntad" (n. 38). Se trata, pues, de oraciones de intercesión que también se consideran, con propiedad, bendiciones. Por tanto, lo que se bendice en esas personas es, al menos (puesto que las circunstancias pueden ser muy diferentes), la confianza en Dios y los esfuerzos por hacer el bien y ayudar a otros, aunque sean pobres esfuerzos y pequeñas ayudas a nivel humano.

La Iglesia es familia. Y en una familia la madre abraza a todos de modo incondicional, aunque a veces no esté de acuerdo con su conducta. Pero no les cierra la puerta. Todos pueden saber que esa puerta está siempre abierta, en defensa de la dignidad de la persona y de la vida de cualquier ser humano, especialmente de los más frágiles y necesitados, en lo material o en lo espiritual. En una familia se evitan las exclusiones y los muros. Y se procura acompañar a cada uno con realismo, valorando los pequeños pasos que pueda emprender.

-Benedicto XVI y Francisco: ¿qué tienen como personas en común y de diferente?

Tienen mucho en común: el ser hijos de su tiempo, los dos llamados a un alto ministerio de unidad y testimonio de la fe, hombres de Iglesia con una fuerte autoexigencia personal, que los lleva a sentir su deber de dar cuentas, ante todo a Dios, de la tarea confiada y de las decisiones tomadas.

Ese cuadro se completa con diferencias, matices y tonalidades propias del carácter, humus cultural, formación y experiencia, punto de vista de cada uno, manteniendo los mismos horizontes en lo fundamental.

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sábado, 9 de marzo de 2024

Una eclesiología "de misión"

Imagen: "San Pedro y el gallo" (cf. Lc 22, 61) en el Salterio bizantino Cludov (s. IX). Tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/El_estudiante_(relato)


En los párrafos que siguen (*) el entonces obispo Angelo Scola (luego sería cardenal de Venecia) propone, en una primera parte, tres rasgos esenciales de la Iglesia, que se traducen en la vocación-misión de sus miembros: 

a) su carácter dramático (en cuanto implica la acción que envuelve la libertad de Dios y de los hombres);

 b) su carácter sacramental (la Iglesia ha sido denominada “sacramento radical”, en el sentido de que es el ámbito y punto de encuentro de todos los sacramentos, que los contiene a todos y los vivifica; y todo ello en y desde Cristo, que es el “sacramento primordial” según los Padres, del que depende también la función mediadora de la Iglesia, centrada en los siete sacramentos;

 c) su carácter eucarístico (pues en torno a la Eucaristía se desarrolla el encuentro entre la libertad de Dios y la del hombre y, desde ahí, el despliegue de la vocación y misión del cristiano).


En la segunda parte, el autor muestra cómo una “eclesiología de misión” es capaz de manifestar la dimensión antropológica y sacramental del misterio de comunión que es la Iglesia. 


miércoles, 6 de marzo de 2024

La vid y los sarmientos, la Iglesia y las bodas


V. Van Gogh, El viñedo rojo (1888), Museo Pushkin, Moscú

En la Biblia la viña es imagen de la esposa (cf. Cantar de los cantares, 2, 15 y 7, 13), y se pide a Dios que la cuide, a pesar de las infidelidades de su pueblo (cf. Sal 80, 9-20). En la predicación de Jesús, son los viñadores los que rechazan al hijo del dueño de la viña (Mc 12, 1-2). En el cristianismo, el rojo se asocia a la sangre de Cristo y su sacrificio en la cruz.

Dice Joseph Ratzinger en Jesús de Nazaret que en la tradición judeocristiana "el vino encarna la fiesta. Hace que el hombre experimente la gloria [la belleza, el resplandor, que procede de su origen divino] de la creación. Por eso forma parte de los rituales del sábado, de la Pascua, de las bodas. Y nos hace vislumbrar algo de la fiesta definitiva de Dios con la humanidad" (cf. Is 25, 6).

"El don del vino nuevo se encuentra en el centro de la boda de Caná (cf. Jn 2, 1-12), mientras que, en sus discursos de despedida, Jesús nos sale al paso como la verdadera vid (cf. 15, 1-10)" (pp. 298-299).

domingo, 3 de marzo de 2024

Sobre el culto espiritual y "el altar del corazón"

[Imagen: Fra Angelico, La Crucifixión (h. 1420-1423), Metropolitan Museum of Art, New York]

En una de sus audiencias generales de los miércoles, Benedicto XVI explicó el "culto espiritual" (*), que se puede considerar como el “contenido” del sacerdocio común de los bautizados: la capacidad que se nos otorga, con el bautismo, de convertir nuestra vida en ofrenda a Dios y servicio a los demás, también en la vida ordinaria, centrada en la Eucaristía.

El tema se inscribía dentro del año dedicado a san Pablo. El Papa Ratzinger se apoyó en tres textos de la carta a los Romanos, para mostrar que “san Pablo ve en la cruz de Cristo un viraje histórico, que transforma y renueva radicalmente la realidad del culto”.

martes, 20 de febrero de 2024

El "triple oficio" de Cristo, de la Iglesia y del cristiano




Duccio di Bouninsegna, La pesca milagrosa (h. 1655), 
Museo dell'Opera del Duomo, Siena.


Lo que se conoce como “triple oficio” (o ministerio) de Cristo (profeta, sacerdote y rey) es un esquema teológico que ha dado frutos abundantes en los últimos siglos para la teología y la pastoral de la Iglesia. Los párrafos aquí recogidos pertenecen a la síntesis que Santiago Madrigal publicó, sobre este tema, en un buen Diccionario de Eclesiología hace pocos años (*).

El autor identifica cuatro buenos servicios de este “esquema”: 1) explicar en unidad el ser y el obrar de Cristo (como se estudian respectivamente en la cristología y la soteriología), de acuerdo con la teología bíblica; 2) la inserción del misterio de la Iglesia en el misterio de Cristo (de modo que el triple munus de Cristo es participado como triplex munus Ecclesiae [triple oficio de la Iglesia] antes que en el cristiano singular), tal como se expone en el Concilio Vaticano II (Lumen gentium); 3) una buena base tanto para la teología del laicado como para la teología del ministerio episcopal; 4) un marco para articular las dimensiones y tareas de la única misión evangelizadora de la Iglesia.


La unidad entre el ser y el obrar de Cristo

“Aunque la tripartición de los oficios de Cristo es sólo una de las formas posibles de sistematizar los numerosos títulos que la Escritura le asigna, hoy podemos decir que la doctrina de los tria munera Christi [tres oficios de Cristo] se ha generalizado en la teología católica tras el espaldarazo que recibió del magisterio eclesiástico en el Vaticano II. Frente a la dogmática tradicional, esta división tripartita no reduce de forma casi exclusiva el significado antropológico y soteriológico [en relación con la obra redentora de Cristo] de la cristología. El esquema permite describir de forma sintética los aspectos fundamentales de la misión de Cristo, porque una cristología que no quiere escindir la persona y la obra, es decir, orientada hacia la soteriología, deberá poner de manifiesto las funciones mesiánicas del profeta y revelador, del sumo sacerdote y del Señor de la creación. Desde la teología bíblica afirmamos que en Cristo y por Cristo ha revelado Dios el misterio de su gracia, ha realizado la reconciliación con la humanidad pecadora y la ha hecho partícipe de su gloria divina. Profeta, sacerdote, rey, no son tres funciones distintas, sino tres aspectos diversos de la función salvífica del único mediador (1 Tm 2, 5; Hb 8, 6)”.

Comunión de las Iglesias, Eucaristía y episcopado




(Imagen: Báculo con Cordero de Dios (h. 1360-1440) pintado en hueso con elementos de oro. Metropolitan museum, New York)

La Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe Communionis notio, sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como Comunión (28-V-1992) (*), dedica su tercera parte (nn. 11-14) a la relación entre la comunión de las Iglesias, la Eucaristía y el episcopado.

[Comienza desarrollando por qué la comunión de las Iglesias particulares tiene su fundamento, además de en la misma fe y el Bautismo común, en la Eucaristía. Esto es así porque la celebración de la Eucaristía es imagen y presencia de la Iglesia como tal, una e indivisible, universal y, a la vez, acoge en su plenitud a cada Iglesia particular. Esto hace imposible la autosuficiencia de la Iglesia particular, en cuanto que no se sostiene en sí misma, sino en la comunión con todas las demás]


Comunión de las Iglesias y Eucaristía

(n. 11) “La unidad o comunión entre las Iglesias particulares en la Iglesia universal, además de en la misma fe y en el Bautismo común, está radicada sobre todo en la Eucaristía y en el Episcopado.

Está radicada en la Eucaristía porque el Sacrificio eucarístico, aun celebrándose siempre en una particular comunidad, no es nunca celebración de esa sola comunidad: ésta, en efecto, recibiendo la presencia eucarística del Señor, recibe el don completo de la salvación, y se manifiesta así, a pesar de su permanente particularidad visible, como imagen y verdadera presencia de la Iglesia una, santa, católica y apostólica (Cf. LG 26).

El redescubrimiento de una eclesiología eucarística, con sus indudables valores, se ha expresado sin embargo a veces con acentuaciones unilaterales del principio de la Iglesia local. Se afirma que donde se celebra la Eucaristía, se haría presente la totalidad del misterio de la Iglesia, de modo que habría que considerar no-esencial cualquier otro principio de unidad y de universalidad. Otras concepciones, bajo influjos teológicos diversos, tienden a radicalizar aún más esta perspectiva particular de la Iglesia, hasta el punto de considerar que es el mismo reunirse en el nombre de Jesús (cfr. Mt 18, 20) lo que genera la Iglesia: la asamblea que en el nombre de Cristo se hace comunidad, tendría en sí los poderes de la Iglesia, incluido el relativo a la Eucaristía; la Iglesia, como algunos dicen, nacería "de la base". Estos y otros errores similares no tienen suficientemente en cuenta que es precisamente la Eucaristía la que hace imposible toda autosuficiencia de la Iglesia particular. En efecto, la unicidad e indivisibilidad del Cuerpo eucarístico del Señor implica la unicidad de su Cuerpo místico, que es la Iglesia una e indivisible. Desde el centro eucarístico surge la necesaria apertura de cada comunidad celebrante, de cada Iglesia particular: del dejarse atraer por los brazos abiertos del Señor se sigue la inserción en su Cuerpo, único e indiviso. También por esto, la existencia del ministerio Petrino, fundamento de la unidad del Episcopado y de la Iglesia universal, está en profunda correspondencia con la índole eucarística de la Iglesia”.